"LA BOLSITA DE LA VIDA"

CAPÍTULO I

Eran aproximadamente las cuatro de la tarde.
El tren de los que se iban saldría a las seis.
Faltaba dos horas.

¿Y qué son dos horas para los que no se marchan aún?.

La estación estaba llena de personas que se iban y otras que venían. Cargaban maletas preparándolo todo. Las despedidas se acentuaban cada vez mas.

Cada uno tenía una hora señalada en que debía abordar su tren.

Pero, para muchos el reloj estaba detenido, no andaba. Cada vez que esos miraban el reloj, él siempre daba la misma hora. Y como ese era el reloj que señalaba la salida de los trenes de todos, nadie notaba cuando el tren de los otros salía.

Sin embargo había ciertos pasajeros que miraban hacia el reloj, y sin saber por qué entraban por una puertita "ROJA" que había hacia la mano izquierda.
Y al poco rato se escuchaba el silbato de su locomotora que estaba partiendo. Todos se preguntaban, ¡Caramba!.¿A qué hora salió.?
La realidad es que casi nadie estaba consciente de la salida de los trenes, hasta que le llegaba el suyo.

Algunos que llegaban temprano se ponían a dar vueltas por la estación. Miraban lo que acontecía, caminaban y se metían en todos los lugares y pensaban.¡Bueno!, Todavía falta mucho para que mi tren salga.

Nadie preparaba equipaje, ni se preocupaba por el viaje teniendo listas sus cosas para coger su tren, que los iba a llevar hacia Su destino señalado.

CAPÍTULO II

Una pareja de jóvenes entró en la estación despreocupados, con los ojos alegres y contentos, observándolo todo como de lejos; mirando a todo el mundo como si no les importaran.

Venían a despedir a sus padres que se marchaban a la hora señalada.
Pero, como faltaba tiempo para que saliera el tren, según ellos (de la hora nadie sabía) pues no se preocuparon grandemente.

Luego se dieron cuenta de que, en cierto momento, los padres entraron por la puertita roja, y el tren de ellos partió.

Cuando se vinieron a dar cuenta. "Ya no tenían padres", estos se habían marchado, no los veían mas.

Entonces empezaron a notar que ellos, también, habían traído sus maletas. Miraron dentro de ellas y al mirar… estaban vacías.
No había nada de equipaje dentro y pensaron que no estaban preparados para tomar su tren.

Entonces decidieron llenar sus maletas a ver qué se podían llevar en el viaje de ellos.

Caminaron, y al poco rato se encontraron con un predicador en medio de la estación.

El predicador gritaba a voz en cuello: "VENDO UN PEDAZO DE VIDA POR SIETE PESOS. A SIETE PESOS EL PEDAZO DE VIDA".

Él las tenía en unas bolsitas pequeñas, todas con un lacito rojo amarrado en la boca para mantenerlas cerradas, muy bonitas, muy bien presentadas.

La pareja pensó: ¡Caramba! por siete pesos un pedazo de vida es una ganga. Vamos a comprarla. Y sacaron siete pesos y compraron la bolsita. Ésta tenía su lacito rojo arriba, muy bonita. Era una bolsita muy atractiva.

Entonces se dijeron: "¿Dónde vamos a poner esta bolsita?"
"¿La pondremos con el resto del equipaje?".
Pero ella dijo: "Bueno, si esto es un pedazo de vida. yo creo que debíamos llevarla encima. Debe ser importante.

Y de buenas a primera alguien les dijo: "Oigan. No se pueden llevar las maletas. Las maletas se quedan heredadas porque adónde ustedes van.NO SE PUEDE LLEVAR NADA".

Ellos dijeron: "Bueno, menos mal que la bolsita de vida la tenemos aquí, y ésta sí parece que nos la podemos llevar".

Entonces ella le dijo a él, como mordida por un gusanito: "¿Vamos a ver qué es lo que tenemos dentro de la bolsita?".

Abrieron la bolsita y le metieron la mano dentro curiosamente. Luego no la podían sacar.
mientras más buscaban dentro, menos veían.
Hasta que dijeron: "aquí adentro no hay nada"
En ese momento aquella bolsita ya no tenía nada dentro.
Mientras había estado cerrada, estaba llena de esperanzas.
Pero tan pronto como metieron la mano dentro, las esperanzas se desvanecieron.

Ellos se entristecieron, volvieron a cerrar la bolsita y la botaron al suelo.
Después siguieron de largo, porque al mirar al reloj, éste estaba parado, eran las cuatro.y pensaron que todavía faltaba tiempo para que saliera su tren,
Cuando se vinieron a dar cuenta ya estaban de viaje.

CAPÍTULO III

En ese entonces, un niño que pasaba por allí se encontró la bolsita y la agarró. La miró y se dijo." ¡Dios mío!, qué bolsita tan linda. Esta es mi bolsita de la suerte, mi bolsita de... (meditó) la vida.

La voy a llevar siempre guardada aquí en este bolsillo"; y se la metió en el bolsillo de la camisa, junto al corazón, así, cerradita, como la había encontrado.

Entonces pasó junto a la puerta "ROJA" y alguien le dio un empujón accidental y el niño cayó dentro del recinto donde estaba la puerta.

El portero que se encontraba allí lo miró y le dijo: "Tú.¿Qué haces aquí?".

El niño contestó. "Bueno, no sé. Alguien me empujó y caí aquí adentro yo no tenía deseos de venir, pero ya que estoy aquí. No sé…"

El portero lo miró y le preguntó. "Tu equipaje ¿Donde está?.

"No, yo no tengo equipaje. Yo no tengo que viajar. Yo lo único que tengo es esta bolsita". Y le enseñó la bolsita, y la bolsita estaba cerrada.

El portero le preguntó: "¿No has abierto la bolsita?".
Y el niño dijo. "No, No. Esta es mi bolsita de la suerte, mi bolsita de la vida".

"Ah... Está bien. Ábrela para que veas lo que tiene adentro". le dijo el portero.

"No. Porque si la abro se me va la suerte. Mientras esté cerrada, pues, yo sigo con mi suerte. Ahora en cuanto la abra, pffft, se me va la suerte".

El portero lo miró y se rió.
Luego le dijo: "Muchacho, mira; llévate esa bolsita porque si todos los que están aquí la ven, vas a pasar un mal rato.

El niño dijo: "¿Pero yo no puedo entrar adentro?".
"No.para entrar adentro tienes que abrir la bolsita".
"Ah.no.pues yo no la abro, porque si abro la bolsita se me va la suerte. y se me va la vida".

CAPÍTULO IV

El niño salió y al salir por la puerta, se dio cuenta de que ya no estaba en la estación de trenes.
Estaba en otro sitio. Miró y se encontraba en una avenida grande, donde había un montón de niños igual que él y estaban jugando todos y corriendo.

Uno de ellos le preguntó: "Oye.¿Por donde se va a la estación del ferrocarril?".
Y él contestó. "Es por allí".
"¿Tú estuviste allí?".
"Si. Yo estuve allí, pero me botaron. Por lo menos me dijeron que hasta que yo no abra esta bolsita. Yo no tengo que ir para allá".
"¡Ah!. Vamos a abrir la bolsita y a ver qué tiene adentro". dijo el otro niño entusiasmado. "Así nos dejan entrar a los dos. ¿Eh? Dale, ábrela".
"No, No. Yo no dejo que se abra mi bolsita, porque mi bolsita es la bolsita mía de la buena suerte".

En eso el niño, meneó la bolsita y cayó otra bolsita de la bolsita que él tenía en la mano. Él miró la bolsita de él y vio que estaba cerrada, como él la mantenía.
"Mira. Esa se salió de allí".dijo el otro niño
"No". respondió el niño inmediatamente. "Mi bolsita está cerrada. Esta es mi bolsita. Mi bolsita de la buena suerte".
"Bueno. ¿Entonces esta es para mí?".
"Yo no sé. Agárrala. Esa ha de ser tu bolsita".
Y el otro niño entonces agarró su bolsita contentísimo y se fue con ella por otro camino.

Entonces mientras iba caminando el niño, bolsitas iban cayendo de esa bolsita. Y seguían cayendo bolsitas, y muchos niños venían y las iban recogiendo.

Otros, cuando veían que él seguía con su bolsita, encantado, le preguntaban.
"Oye.¿Para qué es esa bolsita?".
El niño les decía entonces a los demás.
"Miren. esta bolsita es la bolsita de la buena suerte, la bolsita de la vida. y el que la tiene cerrada, pues, le da suerte. Si la quieres abrir y quieres ver lo que hay adentro, se acaba la suerte".

Entonces muchos de los niños curiosos empezaron a abrir sus bolsitas y vieron que "NO HABÍA NADA" dentro de las bolsitas, y empezaron a decirle llorando.
"Oye, dentro de estas bolsitas no hay nada".
"Bueno, eso será dentro de las bolsitas de ustedes, porque la bolsita mía, esta bolsita mía sí tiene".
"Y, ¿Como tú lo sabes?." preguntaron.
"Bueno. Porque yo creo, y tengo fe en que está llena y que tengo mi suerte dentro de esta bolsita".
"Ábrela.Para ver.Anda?".
"Nooo. Qué va. Si la abro se me va la suerte. Como a ustedes que la abrieron y se les fue la suerte".
Pero un grupo de niños se mantuvo con sus bolsitas en la mano, sin abrirlas, y se fueron sonrientes con la esperanza que llevaban dentro de sus bolsitas sin abrir.

CAPÍTULO V

Al llegar a una esquina se encontró con un Señor que tejía una canasta, e iba murmurando en voz baja, como para que no le oyeran otros.
"El que traiga su bolsita cerrada, que venga por aquí que le voy a dar el premio que se merece".
Y aquel niño, del cual se habían burlado todos los otros diciéndole que no había nada dentro de la bolsita, vio en la cara de Él, que Éste era el dueño de las bolsitas. Y que en las manos de Él, su bolsita estaba a salvo.
Y el Señor mirando al niño le dijo.
¿Tú sabes lo que hay adentro de la bolsita de la vida?.
Y el niño le contestó sin titubear.
"Aquí adentro, está la vida".
"¿Cómo lo sabes?. le preguntó el hombre.
"Bueno. Porque yo creo. Tengo fe en que ahí esta la vida. y mientras yo tenga fe y no dude que ahí dentro de la bolsita está la vida. Mi vida estará protegida y salva porque está dentro de esa bolsita".
El hombre lo miró y se sonrió complacido y pasándole una mano por la cabeza le dijo:
"Mira. esa bolsita contiene tu fe, es la que te da derecho a poder entrar por aquella puerta. No la roja de la izquierda, sino la azul de la derecha. y cuando entres allá adentro vas a saber lo que hay dentro de la bolsita que guarda tu vida eterna".

"¿Qué hago entonces?". preguntó el niño deslumbrado.
El hombre de la canasta le dijo.
"Otro tramo, otra piedra. En cada vuelta te vas a encontrar una nueva bolsita. Ten cuidado no vaya a ser que la confundas. Vete ahora que te están esperando".

CAPÍTULO VI

El niño apretó su bolsita y empezó a caminar hacia la puerta que el hombre le había indicado. que no era la "ROJA". sino la "AZUL".

Pero al llegar a una vuelta del camino. dio un tropezón con una piedra, cayó al suelo y la bolsita se le fue de la mano. Cuando esta cayó al suelo se convirtió en miles de bolsitas. Como si fuera una siembra de bolsitas. Todas muy bonitas. Con sus lacitos ROJOS cerrando las bocas de las mismas. Todas estaban igualmente adornadas y tentadoras.

Entonces el niño, prestando atención, notó que una de las bolsitas tenía el lacito "AZUL".
Inmediatamente, después de verla, el niño se dijo sin vacilación.
"Esa es la mía".

Pero un muchacho que pasaba por allí le dijo rápidamente. "No, No. ¿Tú no traías una bolsita roja?.

El niño contestó enfrentándosele. "No, mi bolsita no era roja, tenía un lacito rojo, pero el Señor de las bolsitas me dijo que ahora yo tenía que entrar por la puerta azul. y si voy a entrar por la puerta azul, pues, mi bolsita tiene que ser azul".

"Entonces le dijo el muchacho Vamos a ver qué hay dentro de esta bolsita. ahora que el lacito es azul".

El niño. se quedó un rato pensando, y dijo: "Mira, esta bolsita, no lleva la vida. porque la otra era la vida. Ésta. no es la vida".

"¿Ah. no?. ¿Y entonces qué lleva?.

"Es algo que vale. más que la vida, porque si fuera del mismo valor que la vida, no habría tantas bolsitas rojas, y sólo una es azul. Por eso yo sé que esta bolsita azul tiene lo que yo verdaderamente estoy buscando".

"Vamos a mirar dentro, anda". le dijo el muchacho.

"Nooo" contestó sin vacilar el niño. "Ya yo eso lo pasé con la bolsita roja. Esta bolsita azul. está cerrada. No se puede mirar lo que hay dentro, ni quiero mirarlo tampoco. Porque tengo la seguridad de que adentro está lo que yo necesito". Dándose media vuelta se marchó hacia donde el Señor de las bolsitas le había indicado.

CAPÍTULO VII

Cuando el niño llegó frente a la puerta "AZUL" y se paró frente a la puerta con su bolsita "AZUL" en la mano. Se encendió una luz. GRAAANDEE, luminosa, y la puerta se abrió.

Cuando la puerta se abrió. La pared entera que sostenía la puerta. se hizo como un polvo fino, bien finito, que parecía como si fuera como un polvito de ORO. o algo por el estilo porque el polvito brillaba y brillaba.
Parecía como si fueran millones de estrellas.que estaban brillando.
La cara del niño empezó a brillar de un modo extraño.porque aquel polvo caía en su cara y le hacía tener un color resplandeciente como el ORO. Y brillaba y brillaba.
Entonces empezó a oírse unas voces como un coro de niños. Y de todas partes empezaron a aparecer un montón de niños, corriendo y viniendo hacia él diciéndole lastimeramente:
"Danos de tu bolsita. Danos de tu bolsita. que la nuestra ya se acabó. Danos de tu bolsita. Danos de tu bolsita. que la nuestra ya se acabó".

Entonces el niño dijo:
"Ahora sí voy a abrir la bolsita, pero no es para ver qué hay dentro, sino para compartirla con todos ustedes que vienen buscando lo que hay dentro de ella, porque yo siempre lo he tenido aún antes de tener la bolsita".

El niño metió la mano dentro de la bolsita buscó adentro y cuando sacó la mano tenía en ella un puñado de semillas blancas, limpias, recién lavaditas.
Las arrojó sobre los niños. y cuando él se miró se dio cuenta de que ya no hablaba como niño. La voz le había cambiado.
Cuando miró a los niños ya el coro de voces sonaba como voces de gente grande que no gemía como antes. Ellos también estaban cambiando con aquellas semillas blancas y limpias.

Entonces vio una nube grande que había detrás de los niños.
De detrás de la nube salió como si fuera un pajarito chiquito que venía volando y volando.
Pasó por encima de los niños que estaban cantando como hombres echándoles con sus alitas al pasar, un fresquito mágico.
Hasta que el pajarito se posó encima del niño.
Fue entonces cuando el niño se dio cuenta. que ya era. "HOMBRE".

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