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Pacer en campo ajeno

"CUANDO ALGUNO HICIERE PACER EN CAMPO O VIÑA, SOLTANDO SU BESTIA DE MODO QUE PAZCA EN CAMPO AJENO, DE LO MEJOR DE SU PROPIO CAMPO, O DE LO MEJOR DE SU PROPIA VIÑA HARÁ RESTITUCIÓN".- (Éxodo 22:5)

El pacer de los ganados se considera como el resultado de vivir al amparo de una ideología o doctrina religiosa que cuida de sus fieles y los mantiene a la sombra de sus principios.

La religiosidad concesionaria es la que no hace hincapié en que se siga la forma "precisa y total" de los predicados de la congregación a que pertenecen los fieles de cada una.

El pacer en campo ajeno significa permitir a sus seguidores pensar que aún son fieles a sus congregaciones aunque pierdan el contacto con sus postulados originales lanzándose a una vida de actitudes degradantes que está lejos de "los predicados básicos" de conducta fraternal y humana que todas las religiones tienen por igual.

No es difícil comprender lo que está sucediendo actualmente con muchos de los seguidores de todas las religiones que vemos están perdiendo el camino.

Se ha soltado en el campo ajeno a los ganados propios permitiéndoles que alimenten sus conciencias en terreno ajeno.

Esto ha traído como resultado la confusión de sus fieles, que observan en sus religiones a miembros comunales que siguen los mismos principios amorales de conducta que tienen los también confundidos miembros de otras comunidades.

Ambos cometen las mismas arbitrariedades en lo personal, agrediéndose los unos a los otros por nimias diferencias rituales, cuando los elementos fundamentales (que todas tienen como exigencia común de amarse los unos a los otros) se han perdido diluidos entre la cantidad de rituales y exigencias de índole material y litúrgica que cada una de ellas exige.

No es difícil oír decir al miembro de cualquier congregación que él cree en Dios "a su manera", que no cree en los curas, o los rabinos, o los pastores, etc., cada cual de acuerdo con su secta de la cual generalmente emigra.

Hay que estar conscientes de que la restitución debe hacerse en el orden espiritual, con el ejemplo, no por la imposición de los ritos y los cultos de los unos hacia los otros.

Actualmente vemos que tradicionalmente se están desvaneciendo los viejos temores de las interpretaciones de antaño establecidas en la idea de miedo a Dios y a los castigos establecidos. En realidad a lo que hay que temer es al hombre cuando éste no sigue los dictados del Espíritu Santo de Dios.

No hay que olvidar que se ha señalado en todas las religiones (por medio del ejemplo de sus elegidos) la forma de alcanzar la luz divina de la naturaleza suprema del amor que rige los linderos y las fronteras que deben existir entre los distintos grados de conciencia.

Hay que dejar que cada cual cumpla sus normas rituales, "si eso es lo que quiere", pero "hay que hacer hincapié" en que primeramente se cumplan las condiciones morales y éticas de todas en su esencia divina.

Bautizarse o no bautizarse, circuncidarse o no circuncidarse, orar o no orar, no ocasiona la pérdida de la condición humana. Lo que verdaderamente perjudica al hombre no es lo que aprende, sino lo que enseña fuera de su condición misericordiosa y fraternal.

Cada cual cuide que su ganado no abandone su campo para transgredir el campo ajeno y vigile su mies apartando la cizaña de su cosecha. Cada fiel, "corrija su propia religión" mejorando la condición de sus asociados por medio de sus ejemplos antes de preocuparse por los de las otras religiones, que también tienen sus obligaciones.

La buena semilla nos ha sido entregada con amor y hay que sembrarla con fervor a la tierra que nos fue señalada por el Señor de los campos, cada cual dentro de su viña sin agredir al prójimo.

Sigue aquí hablando de la restitución de lo mejor de su propia viña. Eso es el precio que hay que pagar actualmente para traer la paz a la tierra entre los hombres de buena voluntad.

Esto puede causar tribulación y sufrimientos, pero el precio es poco para la ganancia que ello reportará. El daño que se ha inferido a los otros campos (peleas y guerras contra otras religiones) hay que restituirlos con ejemplos de amor y comprensión. Que cada cual siembre en su campo y cuide que su ganado no dañe el campo ajeno para no tener que hacer restitución, cuyo precio está señalado con guerras y dolores profundos en el alma y en el cuerpo.

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