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Aunque Jerónimo fue un escritor prolífico, sin duda la gran contribución por la que alcanzó renombre es su traducción de la Biblia al latín: la Vulgata. Antes de que Jerónimo hiciera su traducción existía una anterior (la llamada Vetus Latina), pero la que hizo Jerónimo la sobrepasó en calidad literaria y erudición.
Aunque Jerónimo estaba versado en el latín clásico (además del hebreo y el griego), su traducción la hizo en el latín que era hablado y escrito por la mayoría de las personas de su tiempo. Esta clase de latín se llamaba "vulgar" en el sentido de ser la lengua común del pueblo; por eso su traducción se llamó Vulgata. |
Latín: ¿clásico o vulgar?
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El latín vulgar es el latín clásico que había evolucionado y que con el tiempo se desmembrará en lenguas actuales como el español, el francés o el italiano.
Es una lengua que ya había comenzado un proceso de cambio que se aprecia especialmente en el abandono de declinaciones y el comienzo del uso de preposiciones. Por ejemplo en latín clásico la frase "él me habló" se diría Dixit Mihi o Mihi Dixit, pero en el latín vulgar se dirá Dixit ad Me. |
La Septuaginta
En el siglo segundo antes de Cristo eruditos judíos de Alejandría habían traducido las Escrituras hebreas al griego. La tradición dice que el trabajo fue realizado por 70 (o 72) traductores y como consecuencia la traducción se llamó Septuaginta (escrita a veces LXX). La LXX contiene seis libros más que el texto hebreo estándar, conocido como texto masorético (escrito TM) y a veces su lectura difiere del texto TM en ciertos versículos.
Los escritores del Nuevo Testamento, menos Mateo, cuando citan del Antiguo Testamento, normalmente lo hacen de la LXX. Las diferencias de lectura entre un texto y otro se explicaban aduciendo que los traductores de la LXX no siempre dieron la mejor traducción. Sin embargo, antiguos manuscritos hebreos de la Biblia descubiertos en el siglo XX en Qumran, algunas veces confirman la lectura de la LXX y no la del TM. Por lo tanto, ahora se supone que los manuscritos con los que trabajaron los traductores de la LXX eran unos manuscritos fidedignos y que fueron la base del texto estandarizado que hoy tenemos.
La Biblia hebrea
Los cristianos del tiempo de Jerónimo, muchos de los cuales sabían griego pero no hebreo, estaban acostumbrados al uso de la LXX y de hecho la Vetus Latina había sido traducida a partir del griego. Pero Jerónimo estaba determinado a hacer su traducción a partir del hebreo, pues en sus discusiones con los rabinos siempre se topaba con la frase "pero eso no es lo que dice el hebreo".
Hasta los años 391-2 él consideraba a la LXX como una traducción inspirada, pero como resultado de sus estudios con el hebreo y de su relación con los rabinos terminó desechando esa idea y reconociendo como inspirado el texto original solamente. Durante ese período comenzó su traducción del Antiguo Testamento. Sin embargo, en su reacción hacia la LXX fue demasiado lejos, pues no tuvo en cuenta que dicha versión fue hecha a partir de un texto hebreo más antiguo, y a veces más puro, que el texto hebreo en uso en el siglo IV.
Escritor prolífico
Salvo esta excepción, la obra de Jerónimo merece muchos elogios. Jerónimo escribió comentarios exegéticos a muchos libros de la Biblia en los cuales podemos apreciar su erudición y vastos conocimientos. Como exegeta era muy cuidadoso en sus fuentes de información y tenía un amplio conocimiento de historia sagrada y profana, además de ser un competente lingüista y un profundo conocedor de la geografía de Palestina.
Los deuterocanónicos
La posición de Jerónimo en lo que respecta a la inspiración de la Biblia, su autoridad y su inerrancia, fue la tradicional y no admitió los libros deuterocanónicos como inspirados:
"El libro de Jesús, hijo de Sirac; la Sabiduría de Salmón, Judit, Ester, Tobías y los Macabeos se leen para edificación, pero no gozan de autoridad canónica... el III y IV de Esdras no son más que fantasías." (Ester se refiere a las adiciones a Ester, Nota del Editor).
Las controversias con judíos y paganos acerca de ciertas dificultades en la Biblia ya eran moneda corriente desde hacía tiempo. A ello Jerónimo responde en varias formas; en primer lugar apela al principio de que solamente el texto original de la Escritura es el único libre de error, por lo tanto hay que determinar primero si el texto a debate es fiel o ha sido modificado por algún copista. Más aún, cuando los escritores del Nuevo Testamento citan del Antiguo, no lo hacen de acuerdo a la letra, sino según el espíritu de la letra. Aunque Jerónimo en su defensa cae a veces en contradicciones, tenemos que apreciar sobre todo su sinceridad; por ejemplo, cuando no tiene suficientes argumentos para contestar, reconoce su ignorancia y admite que hay dificultades en la Biblia difíciles de solucionar